Eyder Patiño, el billarista

Pasamos del circo al incendio. La renuncia del fiscal Néstor Humberto Martínez, tras la santificación del exguerrillero Jesús Santrich, obliga al cambio de cualquier libreto.

No en mi caso, apasionado como estoy en el estudio de los billares de Neiva y la vida del magistrado huilense Eyder Patiño, a quien le quitaron la visa americana. En esos billares, especialmente en el de don Argemiro, su padre, Eyder aprendió que la vida es un asunto de carambolas.

Al margen de si Patiño juega al lado de los buenos o los malos, si pertenece al cartel de la toga y si incomoda a los gringos, aquí en el Huila admiran su trayectoria.

Eyder, sin tocayos, hermano de Ancízar (el mayor) y otros siete billaristas, vivió en el barrio “las granjas”, una zona de estrato medio bajo. El billar de Patiño se convirtió en el encuentro de las juventudes desocupadas de la época. Algunos de esos muchachos resultaron brillantes y otros se quedaron conformando el club de los vagos.

Sobre el tapete verde de una mesa de billar, Eyder hizo las tareas que le dejaron en el colegio Santa Librada. Estudió derecho en la U. Libre y en vacaciones regresó al billar de su padre mirando el juego con otros ojos.

Entendió que el billarista requiere disciplina, concentración, capacidad de visualización y análisis, según enseñan los expertos. Con esas “herramientas” se ganó una beca, logró una maestría y un doctorado en Alemania.

Después de varios “chicos” de billar y algunos puestos (juez en Hobo, Baraya y otros municipios del Huila), Patiño aterrizó en la Corte Suprema en el 2013 y hace seis meses en la presidencia de la sala penal.

Se graduó como enemigo de los uribistas al atravesarse en la libertad del coronel Plazas Vega y el exgobernador Luis Alfredo Ramos. Ademas de incomodar a Estados Unidos al negarse a extraditar a un indígena narco, que ya había sido castigado a fuete por su comunidad.

Introvertido, estudioso, aplicado en la música (toca violín, flauta y clarinete), Patiño iba de su casa a la corte en bicicleta, hasta cuando la seguridad y un infarto lo regresaron al carro blindado.

Al Huila viene con frecuencia. Aquí tiene una finca con un nombre para despistar: “Otra parte”. ¿Qué donde está? En otra parte.

¿Qué habrá de pasar con Patiño? Le echo tiza al taco y hablamos la próxima semana.

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