Tuvo el cinismo de afirmar que lo absolvió La Corte Suprema, cuando el asunto no ha pasado de la Fiscalía de Fusagasugá durante los últimos ocho años. Al parecer el proceso viene en camino a Bogotá, desde hace cinco meses.
No denuncié antes ni ahora que Ferro Solanilla mató ni ordenó el asesinato de su antiguo compañero. He escrito que un policía de su esquema de seguridad –con nombre propio- fue compañero sentimental del senador y después fue cedido irregularmente a Diaz, con quien Ferro tenía deudas importantes.
Ese policía –John Harold Arias Berján- se hizo amante de Diaz. Y una noche entró con él a su apartamento para salir horas después con un bulto que parecía un cadáver. Con ayuda de otros hombres lo introdujeron en un carro, que salió raudo del sótano del edificio.
Arias Berján nunca fue citado a dar ninguna declaración. Tampoco los porteros del edificio. El cadáver apareció en jurisdicción de Fusagasugá, coincidencialmente el feudo político del senador Ferro, después viceministro.
Ferro –tras el asesinato- acogió de nuevo al policía y lo mantuvo por varias semanas en el Congreso y después logró su traslado a Ibagué, según me informaron.
El hecho de que el congresista estuviera en África en el momento del asesinato no lo exonera de nada, ni impide que aporte algunos datos a la investigación, que –como les digo- no ha empezado, porque –al decir de la senadora Leonor Serrano- la han engavetado en fiscalías de Fusa, con apoyo de procuradores locales.
Los familiares de Diaz Pinzón vienen pidiendo que se haga justicia, pero han recibido amenazas de muerte y han debido alejarse.
Es posible que Ferro Solanilla haga alusión a cualquier otra decisión de la Corte, pero este caso, el asesinato en referencia, sigue en la impunidad, con evidentes muestras de obstrucción de la justicia.
Twitter: @artunduaga_
